La ría de Pontevedra también tiene su joya: Isla de Ons

Como el litoral gallego tiene un montón de islas, parece que poco a poco me voy proponiendo visitarlas todas. Comencé por las Islas Cíes y hace apenas una semana tuve una oportunidad única de volver a la Isla de Ons, después de muchos años desde la última visita. El transporte tanto a Cies como a Ons se concentra en las épocas de mayor afluencia turística, siendo Semana Santa y el verano el momento álgido.

Pero esta vez, debido a que a las pertinaces lluvias que durante meses no pararon de cruzar el territorio gallego durante todo el invierno dejaron paso a un excepcional inicio de primavera con un clima muy veraniego, las navieras se pusieron las pilas y durante este mes comenzaron a ofrecer viajes especiales a todas las islas a precios muy, muy razonables.

Así que sin pensárnoslo dos veces nos hicimos con un par de billetes y allá que nos fuimos a Ons, con un soleadisimo día de los que incluso a veces ni en verano se pueden disfrutar.

Aunque normalmente las rutas a Ons suelen partir desde distintas localidades de la Ría de Pontevedra, en esta ocasión para los que salíamos desde el puerto de Cangas o de Vigo se nos presentaba la oportunidad de un trayecto que, aunque más largo, pasaba entre las islas Cies y Cabo Home, mostrando la Costa da Vela y Punta Couso, lo que viene siendo el extremo de la península del Morrazo, disponiendo de una perspectiva excelente desde el mar.

Una vez atracamos en el puerto de Ons, lo primero que salta a la vista es el pueblo que todavía resiste el inevitable aislamiento insular que siempre amenazó su supervivencia. Y es que los habitantes de Ons todavía continúan manteniendo un pequeño pueblo en el que a día de hoy solo 78 personas residen de los que solo 4 lo hacen de manera permanente. Una cifra pequeña comparada con los más de 500 habitantes que hubo hace ya más de 50 años.

Ons pertenece al municipio de Bueu, debido sobre todo a su relativa cercanía y a que muchos de los todavía propietarios de casas en la isla pertenecen a diversos pueblos de la zona.

Una de las características de la isla que hizo posible el asentamiento de sus habitantes fue la existencia de agua potable que derivó en la construcción de diversas fuentes. A partir del muelle de atraque se puede contemplar la estructura del pequeño pueblo que espera a la entrada. A mano derecha del muelle está una pequeña playa, que debido a la presencia de antiguas embarcaciones de pesca amarradas en ella le dieron el nombre de playa das Dornas. Aún hoy se conservan varias de ellas, entremezcladas entre otras embarcaciones más modernas, que son uno de los sustentos principales de sus habitantes, ya que dependen en gran medida de la pesca.

A partir del puerto se extiende la «capital» de los hasta 9 núcleos que existen en la isla, aunque se le denomina Ons al conjunto en general. O Curro es su nombre, y en el dos restaurantes permiten disfrutar de una buena comida o una cerveza fresca mirando al mar o protegiéndose del sol bajo la sombra mientras algunos de los habitantes del pueblo echan una partida de cartas abstrayéndose de la pequeña marea de turistas que de repente rompemos la tranquilidad reinante.

A continuación un centro de interpretación, varias decenas de casas y la Iglesia de San Joaquín van acompañándonos durante el camino que atraviesa el pueblo hasta dividirse en varias sendas que permiten alcanzar diversas partes de la isla.

El camino del sur lleva hacia el llamado Buraco do Inferno (Agujero del Infierno), una perforación que a lo largo de los siglos el mar horadó en la parte exterior de la isla, la que se orienta a mar abierto y por tanto soporta todas las inclemencias protegiendo de ellas al interior de la ría de Pontevedra. Las leyendas en torno a esta perforación coinciden en relacionarse con la leyenda gallega por antonomasia: La Santa Compaña.

Las supersticiones a lo largo de los siglos construyeron una historia según la cual por las noches se oyen salir del agujero los lamentos de aquellas almas en pena que en procesión recorren la isla buscando nuevos «reclutas» hasta finalizar en el cementerio.

Esos lamentos en realidad tienen sobre todo origen en los cormoranes o cuervos marinos que anidaban en el interior del agujero o furna, que junto con el sonido del mar y el viento entrando por la horadación desde el mar provocaban ese desagradable sonido.

La ruta para llegar desde el pueblo a la furna es un sendero de unos 6 kilómetros que permiten disfrutar de unas vistas excelentes de Onza, una pequeña isla al sur de Ons y de la Enseada do Fedorento. Una vez finalizada esta ruta es posible continuar hasta la parte norte de la isla y acercarse hasta el faro, o optar por descansar en alguna de las playas de la zona interior de la isla, la que se orienta a la boca de la ría y que por tanto están a ambos lados del muelle, a un corto paseo desde éste.

Una visita de un día es más que suficiente para conocer la isla, aunque siempre es posible solicitar un permiso de acampada para pasar alguna noche en ella, aunque para eso tendríamos que esperar a la temporada estival ya que esta vez nuestro pequeño viaje volvía a última hora de la tarde, dejando tranquilos a los lugareños, al menos hasta la cercana semana santa…

Fotos: Flickr