
Furgoguía: Un recorrido de montaña por el valle del río Leza
El valle por el que transcurre el río Leza es uno de los más hermosos que se pueden encontrar en el entorno de La Rioja. Es también uno de los ríos que desemboca en el Ebro y es, desde su paso a la altura de Logroño, el punto a partir del cual doy comienzo a esta ruta, adentrándome en su interior para una exploración en profundidad de los secretos más recónditos de La Rioja más profunda.
La siguiente aventura exploratoria por algunos de los rincones de La Rioja me llevaban en esta ocasión hasta el valle del río Leza.
Este valle forma parte de la zona conocida como Los Cameros, una de las zonas pertenecientes a la parte alta de La Rioja. Se encuentra separada en dos partes: el Camero Nuevo y el Camero viejo, a causa de las montañas que marcan esta división. El lado correspondiente al lecho del Leza corresponde a los pueblos que conforman el Camero Viejo y recorrerlo es mi misión para este fin de semana.
A lo largo de los cerca de 30 kilómetros de carretera nacional que atraviesa el valle del Leza entre Ribafrecha y Laguna de Cameros, la tentación de apartarse del camino y tomar alguno de los numerosos desvíos para explorar pueblos de montaña recónditos me asaltaba constantemente. Y, como no podía ser de otra manera, hubo algún momento en el que sucumbí.
Pero lo primero es lo primero y por ello comenzaré el recorrido, como debe ser, por el principio.
Iniciando la ruta en Ribafrecha
Ribafrecha es el primer pueblo que marqué en mi mapa para dar el pistoletazo de salida a este recorrido. Sus 1.000 habitantes hacen de Ribafrecha el pueblo más grande que iba a conocer en esta ruta y posiblemente una de las pocas oportunidades que iba a tener para tomar un café en una cafetería con relativa facilidad.
El centro de Ribafrecha se compone del triangulo mágico de todo pueblo: Iglesia, ayuntamiento y bar. La Iglesia de San Pedro comparte plaza con el ayuntamiento y al frente de ambos las terrazas de los bares, bajo la sombra de los soportales, invitan a cobijarse del sol y descansar un poco. Al fin y al cabo, llevaba siete horas de viaje desde Galicia y por fin tenía la oportunidad de tomar un descanso en algo distinto a una gasolinera.
Aproveché para preguntar como llegar al mirador que, según había leído en la prensa, había sido arreglado no hace mucho. Me contaron que el mirador llevaba años estando ahí (al fin y al cabo esa colina no se levanto ella sola de un día para otro) pero que no hace mucho habían rehabilitado la zona y le habían dado un lavado de cara. Ya con algo de cafeína diluida en mi sangre y las indicaciones pertinentes, me dirigí a admirar las vistas del Valle del Leza.
Y asi me acabé plantando en aquel mirador, disfrutando de una perspectiva general de Ribafrecha y de como encaja en el Valle. Shhh, silencio, es el momento de disfrutar de la paz del lugar…
Después del mirador, me lancé a continuar la ruta, pero como nunca aprendo, lo hice siguiendo un camino «alternativo». Compartiré la culpa con el señor que me encontré cerca del mirador y me dijo que no debía perderme el puente romano que había por ese sendero de tierra a no más de un par de kilómetros.
Confiado, me lancé. Si, el camino no era de lo más idóneo, pero si que es cierto que el paso del Leza bajo el Puente Romano excelentemente conservado y restaurado era una estampa que merecía la pena. La zona estaba cubierta de la pelusa de los chopos, la «nieve de primavera» le llaman algunos.
Leza de Río Leza
A solo unos pocos kilómetros desde la carretera principal, tomando un desvío, se encontraba el pueblo de Leza de Rio Leza. Detrás de este redundante nombre, se esconde un pueblo de esos que sabes que le puedes llamar «de montaña» porque el paisaje que lo rodea no deja lugar a dudas.
Como atractivos de la zona, además de las vistas y, como no, el propio río Leza, las ermitas e iglesias conforman el panorama una vez más.
Este pueblo, de solo 39 habitantes, ya deja en sus calles más tranquilidad, con calles solitarias y sin comercios o bares a la vista. La Iglesia de Santa María la Blanca es el corazón del pueblo, mientras que las ermitas de la Virgen del Plano y la de San Martín de Leza a ambos lados del pueblo y alejadas de éste.
Trevijano
La sinuosa carretera que ascendía por el lateral de la montaña tenía como final al pueblo de Trevijano. En lo alto, la vista del valle era impresionante. Desde uno de los miradores de este pueblo, se podía divisar gran parte de la extensión del valle. Aunque para ello hubiera sido necesario regatear rebaños de vacas y cabras que campaban a sus anchas sobre el asfalto maltrecho del camino.
Si Leza de río Leza tenía pocos habitantes, aquí son 29 vecinos y vecinas los que se asoman curiosos por las ventanas o interrumpen sus conversaciones en el corrillo en el frontón al ver a un forastero presentarse en su casa con una cámara en la mano.
Trevijano fue siempre un pueblo de ganaderos pero hace unas décadas estuvo al borde de la extinción. El turismo de montaña consiguió salvarlo, a duras penas.
Las vistas desde lo alto de la atalaya sobre la que se sitúa, hacen de Trevijano el pueblo con la perspectiva más alta de esta zona del valle, superando los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Esto seguramente tenga algo que ver con su cierto atractivo para los visitantes amantes del rural como yo 😉
La Iglesia de San Cristobal preside la cúspide de la colina del pueblo, en el centro. Mientras, en el camino de acceso al pueblo, en las afueras de éste, la ermita del Santo Cristo llama la atención al pasar justo a su lado.
Soto en Cameros
El siguiente punto de interés era Soto de Cameros, pero justo antes de entrar en el pueblo, las indicaciones del mirador del río Leza justo al lado de la carretera invitaban a parar y ver si eran tan impresionantes como prometían.
Y oye, la perspectiva era desde un punto más bajo y por ello la presencia del río era menor (su bajo caudal tampoco ayuda).
El verde de las colinas y arboles cubriendo las sinuosas curvas del valle eran hipnotizantes. Los bancos que invitaban a un momento de descanso y contemplación tampoco ayudaban a marcharse de allí. ¡Todo lo contrario!
Pero Soto en Cameros me esperaba para acabar la jornada. Una vez instalado en el centro del pueblo, un ultimo paseo por el pueblo para aprovechar la poca luz que quedaba era obligado. La Iglesia de San Esteban se rodea de puentes y arcos de piedra a juego con las casas de la zona y las callejuelas que las separan.
El estar ubicado en la inclinada ladera del río hace de Soto en Cameros una suerte de pueblo de aspecto algo medieval con calles que más bien parecen estrechos senderos serpenteantes para sortear el desnivel.
Y es este el desnivel que hay que salvar para llevar a lo alto, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Cortijo. Desde allí, las vistas desde lo alto del pueblo dan una perspectiva completamente distinta. Perfecta para irse con ella en la mente para descansar como un campeón.
Jalón de Cameros
El día siguiente comienza con la continuación de la saga de «los cameros». Después de pasar la noche en Soto en Cameros, Jalón de Cameros era el siguiente. 17 son las almas que todavía mantienen vivo este pequeño pueblo de plazas e Iglesia fascinantes.
Pequeño pero hermoso, no proporciona más que una excusa para un breve paseo, pero que no está de más para conocer como es la vida en el valle.
Cabezón de Cameros
Sigue la saga, esta vez con Cabezón de Cameros. Este pueblo tiene su atractivo en la verde vegetación que rodea el puente de piedra y, como no, la tranquilidad en sus calles.
Fin de ruta en Laguna de Cameros
Y el final de la serie es Laguna de Cameros, el siguiente pueblo con tamaño suficiente como para disponer de un mínimo de servicio de comida y alojamiento para por fin tomarme lo que queda del día de relax.
Si, de relax, porque no iba a moverme más. Acababa de alcanzar el punto final de la ruta y en esta ocasión me esperaba una habitación de hotel para cambiar un poco el chip respecto a la furgoneta (más que nada para poder darme un buen baño relajante, que por muy bien equipada que esté mi pequeña casa rodante, no he encontrado donde meterle una bañera, aun…).
Una vez instalado, y para ir abriendo el apetito para la cena, el paseo por Laguna me mostró un pueblo «de piedra» similar a Soto de Cameros pero a la vez muy diferente. Los tonos oscuros de la piedra de sus casas y su iglesia le daban otro tono. Además, su distribución es más alargada y no tan en cuesta, lo que invita a pasear por sus calles con mas facilidad.
Mmm, creo que te voy a ir dejando ya, que empiezo a tener hambre… 😉
Comida y alojamiento
Comida:
- San Román de Cameros: Comí en el Restaurante Monte Real. Aunque la carta no es innovadora, la verdad es que la comida estaba bastante bien (o eso, o es que ya tenía hambre después de tanto paseo…).
- Laguna de Cameros: La mejor opción para una cena reparadora es el Asador de Lena. Es el restaurante del hotel El Nogal de Laguna, pero se puede comer sin tener por que alojarse (que es lo que hice yo). Nada mejor que un poco de comida casera con una copita de Rioja para irse a dormir.
Alojamiento:
Aunque he viajado en mi confortable furgoneta, aproveché para pasar una noche en ruta en una confortable habitación, con una cama grande en la que remolonear, darme una buena ducha y descansar un poco. Mi elección fue el Hotel Camero Viejo, aunque dude muchísimo entre otras opciones. Te las dejo para que las tengas en cuenta en tu viaje por esta zona, ya que las opciones no son muchas:
- San Román de Cameros: La Casa tío Conejo tenía muy buena pinta, pero alojarme en Laguna de Cameros, que era el punto final de mi recorrido, era para mi más conveniente, por lo que renuncié a un chapuzón en su piscina por el bien de la planificación 😉
- Laguna de Cameros: El Hotel Camero Viejo fue mi elección y no pude elegir mejor ya que la relación calidad-precio fue excelente. Mi duda trascendental y crítica fue con El Nogal de Laguna, aunque tocaba escoger y finalmente me decanté por simplemente ir a cenar a su restaurante.
Información de interés
- El moverse por rutas con pueblos pequeños supone toparse con mucha tranquilidad en las plazas y calles e incluso acabar siendo la atracción del día al ser una cara desconocida en un entorno tan familiar.
- Precisamente por esa tranquilidad, encontrar lugares donde tomarse un café, comer o dormir, es casi una aventura. Las opciones son escasas y, en ocasiones, el café me lo he acabado tomando en un club de la 3º edad. Ahora bien, una vez entras en uno, no te falta conversación y en 5 minutos eres uno más de la familia 😉
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Hola, me apunto esta ruta, ya que este verano inicié las rutas fluviales, después de haber completado las rutas de algunas sierras. Empecé por el Duero, que resultó ser una maravilla, tanto en tierras hispanas como lusas, Douro, que por cierto, es una lástima que vivamos tan lejos de este pueblo portugués, al que simplemente ignoramos, por aquello de no sé qué historias, y somos ‘cipotes’, como dicen por Almería, porque en el fondo, no somos no sólo vecinos, sino por que también todos somos íberos, hermanos, todos conformamos la Península Ibérica. Triste pero cierto.
Volviendo al tema, estas rutas no constan en ningún tipo de «turismo fluvial», donde precisamente nos vamos a encontrar maravillas naturales, incluidos pueblos y gentes en su estado puro, sin tanta contaminación turística, donde ningún paraje, pueblo, animal o cosa es Parque Temático, lo cual es muy de agradecer. Resulta lastimoso hoy ver, por ejemplo, Guadalupe, en Extremadura, cuando ya mi padre me la mostró teniendo sólo 11 ó 12 tiernos añitos, entonces descubria y me enamoraba de las maravillas con la que tropezaba a cada recodo, que hacían que te sintiera del lugar y que me hermanaras con sus gentes y de sus bondades naturales, mientras que hoy la descubres tras un viso de… Parque Temático, donde hasta las gentes que la habita tienen mentalidad metropolitana, que está bien, pero, no es su estado natural.
Gracias porque en esta ruta he descubierto ese áurea del viajero nato. Así que con tu permiso bucearé por los entresijos de tu alma viajera. Por cierto, Alma es igual que Sitio Web?
Gracias y perdona el ladrillo que te acabo de meter por debajo de la puerta.