
Aveiro, de villa pesquera a ciudad universitaria en el corazón de Portugal
Aveiro es una población del centro de Portugal conocida muy popular por las playas cercanas pero sobre todo, por sus canales y los moliçeiros que los recorren. De hecho muchos le llaman la Venecia portuguesa, pero esos sobrenombres ya empiezan a resultar agotadores al restar de identidad a lugares con una historia propia. Si, es posible recorrer sus canales en una embarcación, pero no es ni lo único ni lo más destacado que Aveiro ofrece. Así que… ¡pasen y vean que más se puede hacer por estas tierras!
La ría de Aveiro es posiblemente uno de los caprichos de la naturaleza más bonitos que el arduo trabajo de erosión, inundación y posterior retroceso por cortesía del Atlántico ha dejado en el litoral portugués. Si bien es cierto que la costa portuguesa es mayormente lineal y con pocos accidentes geográficos, encontrarse con esta peculiar ría es una completa novedad. Lo es incluso para nosotros, acostumbrados a las rías gallegas.
Los 47 kilómetros de longitud de la ría transcurren paralelos al atlántico, separados por una lengua de tierra que la protege. Esto la convierte en algo más parecido a un enorme lago salpicado de islas e islotes en su centro. Esto propicia que el paisaje con el que nos encontramos al alcanzar la zona de Costa Nova, permita admirar, a un lado la laguna, e, inmediatamente al otro, el Atlántico, bañando las arenosas playas que se extienden a lo largo de kilómetros.
Y en el corazón de la ría, hacía el interior de ésta, se encuentra la ciudad de Aveiro. Es el centro neurálgico de la zona y en torno a ella se van distribuyendo barrios, pueblos cercanos y zonas industriales.
Por el centro histórico de Aveiro
Aveiro es una de las ciudades más prosperas de todo Portugal. Si el mar le dio el empujón a lo largo de la historia para asentarse, la producción de sal, gracias a la concentración de depósitos salinos que la ría propicia, ayudaron a consolidar la industria y la calidad de vida en la ciudad. Así, es una de las ciudades más ricas del país, sabiendo diversificar su industria y no estancándose unicamente en la producción más vinculada al mar.
La Universidad de Aveiro ha sido en gran parte artífice de todo ello. Son muchos los proyectos de investigación que nacen en ella y acaban consolidándose con el tiempo en forma de empresas. Esto, combinado con el todavía rentable negocio de la sal y la siempre clásica producción de azulejo, hacen que más de la mitad de los más de 60.000 habitantes de Aveiro vivan cómodamente de estas industrias.
El turismo es también una parte de la tarta de beneficios importante. Sus playas y buen clima ya garantizan un reclamo contundente, al que hay que sumarle el potencial que no dudan en exprimir en el centro histórico de la ciudad.
Las calles del centro, sus jardines y plazas se llenan de mucho ambiente durante el día, tanto con los propios aveirenses como los turistas que se pasean por la zona o se sientan a tomarse un café «pingado» o una «cerveja» en alguna de las terrazas de la Praça 14 de Julho o alrededor de la Praça do Peixe.
De noche y durante el curso son estos mismos lugares los que se llenan de universitarios cenando, bebiendo y disfrutando del ambiente nocturno de la ciudad. Eso si, sea de día o de noche, el leve olor a pescado y la brisa húmeda cargada de sal irán acompañándote en todo momento. Seña distintiva encargada de que no te olvides del origen marinero de la zona.
¿La Venecia de Portugal? ¡Mejor hablemos de los Moliçeiros de Aveiro!
La canalización del agua de la ría que la lleva a distintos puntos del centro histórico de Aveiro nació, como siempre, como una manera de transportar mercancías a los puntos de interés de la ciudad. De hecho, uno de los productos que más se transportaban eran las algas recogidas en la propia ría. Su uso era sobre todo para plantaciones, ya que era un excelente abono natural.
Para ello se servían de unas embarcaciones específicas que tenían una borda baja que servía para facilitar la recogida de dichas algas, o moliços en portugués. Dichas embarcaciones, con una decoración muy característica, son llamados moliçeiros (por razones evidentes). Ahora, tanto los barcos como los cuatro canales que hay en la ciudad han sido reconvertidos en una suerte de atracción turística. Las proas de las embarcaciones todavía conservan los colores e ilustraciones humorísticas o sarcásticas con las que se decoraban y le dan un toque distintivo.
Es por ello que Aveiro es denominado (aún tengo pendiente descubrir quien fue el primero que lo hizo) la Venecia de Portugal. Si, parece que me voy a poner pesadito con el tema… 😛
La campaña de marketing comparandose con Venecia seguramente sea de lo mejorcito para Aveiro, no lo dudo. Pero Venecia es Venecia y Aveiro, Aveiro. ¿Que sentido tiene quedarse con una frase que puede degradar la tradición de Aveiro comparándola con la de una ciudad a kilómetros de distancia sin relación alguna solo por tener embarcaciones parecidas navegando por canales?
Vete a Aveiro, disfruta de la estética de los barcos, del ambiente del centro histórico. Y, si te apetece, móntate en uno y échale un ojo a la ciudad desde otro angulo.
Y si decides no hacerlo, no pasa absolutamente nada. Te quedará más tiempo para conocer otros rincones ocultos de la ciudad o simplemente sentarte un rato a tomar un helado o catar un ovo mol 😉
Por la Costa Nova, los palheiros que deberían evocarnos a los pescadores de la zona
A varios kilómetros del centro de Aveiro, pero todavía dentro de su área de influencia, se encuentra Costa Nova. Es inevitable pasarse al menos un ratillo a echar un ojo a esas coloridas casas decoradas con franjas que se concentran en el centro del conocido como barrio o aldea de los pescadores. Y en el nombre de la zona está el origen de todo, como no.
Aveiro debe su prosperidad económica, a lo largo de los años, a su comercio marítimo. La pesca (de bacalao sobre todo) y la producción de sal son algunos ejemplos. Todo actividades relacionadas directamente con el mar y por lo tanto su estilo de vida tenía que ir parejo a ello.
La zona más cercana a la costa es, lógicamente, la elegida por los pescadores para establecer sus campamentos base en los que guardar los aparejos y embarcaciones. Aunque inicialmente se asentaron en la zona de São Jacinto, acabaron dándose cuenta de que la zona más al sur era más segura para salir a faenar que otras del litoral. Por lo tanto fue cuestión de tiempo que se fueran trasladando y construyendo casetas de madera como espacios resguardados para usarlos como almacenes. Era el siglo XIX y comenzaban a construirse los primeros palheiros (pajares) en la a partir de ese momento llamada Costa Nova (el nombre ha quedado claro de donde viene, ¿no?).
Los palheiros comenzaron entonces a pintarse de colores llamativos. Unos fueron siguiendo el ejemplo de otros y cada pescador tenía su almacén decorado, formando un mosaico colorido con el que alegrarse la vista cada vez que volvían a tierra. El tiempo quiso que aquellos pescadores, que iban infrautilizando sus almacenes o se iban asentando en la zona y por lo tanto necesitando un lugar en el que vivir, los fueran modificando y transformando en viviendas.
Hoy, prácticamente todas son viviendas completamente adaptadas y preparadas que se alquilan en temporada de verano. Además, el barrio de pescadores se ha ido transformando en una villa de veraneo. Restaurantes y marisquerías se entremezclan con las tiendas de souvenires en el centro de un pueblo a orillas de la laguna que conforma la ría. Justo detrás de este pueblo, kilómetros de playas abiertas al océano a pocos metros a pie. La distancia idónea para ir andando cargando con la sombrilla y la tumbona.
Un lejano reflejo de la tradición marinera de la zona diluyéndose en manos del turismo playero…
Y luego está, como no, ¡la playa! Tantos kilómetros de extensión cara al mar no podían dejar otra cosa que una enorme extensión de arenales garantizando espacio más que de sobra para todos.
Destacan sobre todo la propia playa de Costa Nova y la, más al norte, playa de Barra. Eso si, en ambas hay que lidiar con las arremetidas del viento, tan característico en los arenales portugueses. Es así hasta tal punto que no hay portugués playero que no incluya en su equipo de expedición un paravientos junto a la toalla y el bañador.
Además, las embestidas de las aguas del Atlántico contra la costa, sin nada que las frene, aseguran la presencia de olas en un ambiente embravecido pero que no impide un buen chapuzón (aunque puedas acabar con más arena en el bañador que antes de entrar…).
El centro de Aveiro es bonito y con cierto encanto, pero pequeño, por lo que no permite perderse demasiado por sus callejuelas. El resto de la ciudad deja algunos edificios interesantes pero poco más.
La playa es un buen complemento, si el tiempo acompaña. Si no, siempre queda la gastronomía y los dulces portugueses, que nunca defraudan. Un día es más que suficiente para pegarse una buena inmersión en la zona, por lo que, si vas a estar varios días, es más que recomendable ampliar el plan por la zona aprovechando las otras muchas ciudades, pueblos y parajes naturales que hay a pocos kilómetros.
Información de interés:
No te pierdas:
- Playas de Barra y Costa Nova: ¡Porque un buen chapuzón siempre entra bien! Además, un buen anochecer en esta zona no tiene desperdicio…
- Tripas y ovos moles: Dulces típicos de la zona. Las tripas son una especie de crepes o filloas dulces y los ovos moles son obleas rellenas de yema dulce. Solo aptos para los más golosones 😉
Si te lo pierdes esto, tampoco pasa nada:
- Viaje en moliçeiro: Si nunca has navegado en un barco por las entrañas de una ciudad, puede ser una buena ocasión de hacerlo por primera vez (8€ en 2016). Si no, es bastante prescindible. Las vistas no son nada del otro mundo y el recorrido es corto, por lo que se me ocurren varios sitios mejores donde disfrutar de la experiencia.
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Que chulada de fotos.
Aveiro es una ciudad muy bonita y merecedora de ser visitada.
Un saludo.
Gracias María!! LA verdad es que todo lugar es siempre digno de ser visitado y desde luego Aveiro no podía ser menos 😉