Varsovia, recorriendo la Ruta Real y visitando el antiguo Gueto judío
La llegada a Varsovia nos dejaba esa sensación tan característica que la Europa del Este suele mostrar, impregnada en sus calles, edificios y gente. La mezcla de la cultura de una Europa occidental salpicada por la influencia de la invasora cultura soviética de mitad del siglo XX. Católica como pocas, la tierra natal del difunto Juan Pablo II se llena de iglesias y palacios, aunque también la trágica sombra del más grande gueto judío de la invasión nazi requiere ser recordado. ¿Nos acompañas en nuestra primera toma de contacto con Varsovia?
Llegábamos a Varsovia en tren, como parte de nuestro gran recorrido por Europa, con el objetivo principal de disfrutar unos días de la compañía de nuestros amigos Jose y Cris y conocer con ellos la capital de Polonia. Llevábamos a nuestras espaldas la carga de muchos viajes ya en tren, en una amplia variedad de situaciones que hacían que este viaje en concreto fuera probablemente el más confortable que teníamos en bastante tiempo.
Después de varias horas en un compartimento en el que nos repartíamos el espacio con otros pasajeros, entre ellos una chica que aprovechaba para acicalarse y maquillarse antes de llegar a la estación principal, los capítulos de series en el portátil y las breves cabezadas con la radio polaca de fondo, alcanzábamos la estación de Varsovia. Nos quedaban todavía un par de kilómetros hasta nuestro hotel por lo que nos pusimos en marcha. Si, no me he equivocado, he escrito hotel. También nos merecemos de vez en cuando un pequeño capricho después de tanto hostel y baño compartido, ¿no?
La Ruta Real, diez kilómetros de Palacios, estatuas y quien sabe cuantos monumentos más…
Una vez nos reunimos con Jose y Cris y descansamos un poco, comenzamos con un primer reconocimiento de la ciudad. Alcanzado el centro, la Stare Miasto de Varsovia, comenzamos un largo paseo por la conocida como la Ruta Real de la ciudad. Se trataba de una gran avenida que recibía este sobrenombre debido a que en el siglo XVI los reyes de Polonia la utilizaban para ir de su casa de diario en el centro (el Castillo Real) a su apartamentito de verano (el Palacio de Ujazdów y el de Wilanów).
Lo que hace unos cuantos siglos eran las afueras ahora ya forma parte del entorno principal de la ciudad y durante todo este tiempo fueron muchos los edificios emblemáticos que se fueron construyendo a lo largo de esta Ruta Real. La avenida comienza en la Plaza del Castillo y a lo largo de 10 kilómetros va dejando diversas zonas de interés.
Le dimos un rápido vistazo a la Iglesia de Santa Ana, una de las más antiguas de la ciudad cuya torre del campanario es también un excelente mirador, al que esta vez no tuvimos oportunidad de subir. La iglesia se asocia a Juan Pablo II ya que en ella realizó una de sus congregaciones de juventud y en la que se le rinde homenaje con una frase suya en la parte baja de la fachada. En ella es también donde se hacen la mayor parte de las bodas de la ciudad, cosa que pudimos comprobar ya que durante nuestro paseo nos encontramos con la celebración de una.
Este primer tramo de la Ruta Real está conformado por la calle conocida como Krakowskie Przedmieście (Suburbio de Cracovia) y es en esta parte donde podemos ver la estatua del poeta polaco Adam Mickiewicz y la iglesia de la asunción de la Virgen María y San José, que consiguió ser de lo poco que se mantuvo en pie después de los bombardeos alemanes de la II Guerra Mundial.
Poco después pasábamos frente al Palacio Presidencial, un edificio que fue remodelado después de un incendio en el siglo XIX y que a principios del siglo XX pasó a ser sede del Presidente del gobierno de Polonia. Es curioso que durante la ocupación alemana, fue precisamente este edificio el que se transformó en un hotel de lujo. La casa del Presidente pasaba así a ser la casa de sus invasores. También este edificio sobrevivió al bombardeo alemán.
La siguiente en la ruta es la Iglesia de Santa Cruz. La estatua de Jesucristo cargando con la cruz es lo más identificativo de la iglesia, sobre todo si no conoces la historia según la cual, en las columnas de esta iglesia se empotraron unas urnas con los corazones del conocido compositor Fryderyk Chopin y del Nobel de literatura Władysław Reymont. Una manera un poco bruta de homenajear a sus símbolos, pero igualmente válido.
Y así, entre jardineras con flores de todos tipos y colores y un ambiente en las calles llenas de gente paseando o en bicicleta bajo un día soleado, alcanzamos el Palacio Staszic. Éste si que no se libró del bombardeo y en 1946 comenzó su reconstrucción para pasar a ser la actual sede de la Academia Polaca de las Ciencias.
La Ruta Real continua todavía, hasta acabar en el Palacio de Ujazdów, el Parque Łazienki y el Palacio de Wilanów, pero me los voy a reservar para más adelante ya que también hay mucho que contar y enseñar sobre ellos, ¿os parece bien? 😀
Ahora, y antes de continuar, vamos a meternos en uno de los muchos restaurantes que nos recomendaron en esta calle y aprovechar para tomarnos unos buenos pierogi y acompañarlos con unas sidras bien frías. Apetece, ¿verdad?
La rebelión del gueto de Varsovia
Varsovia también tiene una estrecha relación con toda esa movida de la II Guerra Mundial de la que os llevo meses hablando. De hecho, su mayor hazaña como resistencia contra los alemanes es también su mayor tragedia. Vayamos a los hechos. En 1939, la invasión de Polonia había sido el detonante del conflicto bélico ya que dicha invasión era la gota que colmaba el vaso de los países que veían como Alemania avanzaba imparable por media Europa.
En Varsovia, al igual que en otras muchas ciudades dominadas por Alemania, los judíos eran aislados en pequeños sectores de la ciudad formando guetos. En el caso concreto de Varsovia se había llegado a aislar a casi 400.000 judíos, un tercio de los habitantes de la ciudad, formándose así el gueto más grande de todos de los que se tienen datos. Llegaba el año 43 y comenzaban las deportaciones a los campos de concentración, aunque a los trasladados se les decía que iban a campos de trabajo, consiguiendo así minimizar la resistencia por parte de posibles grupos rebeldes. Cuando los judíos que permanecían en el gueto vieron que llevaban meses sin tener noticias de los desplazados, se encontraron de frente con la posible realidad y comenzaron así las escaramuzas contra el ejercito alemán.
Ya quedaban pocos en el gueto y de ellos eran todavía menos los que tenían formación militar, pero aún así, cuando iban a comenzar el resto de las deportaciones, los cerca de 60.000 que quedaban decidieron levantarse. El 18 de enero del 43 los judíos decidieron hacerse con el control del gueto y eliminaron a todos los judíos que hubieran colaborado con los alemanes y se armaron con las escasas armas a las que tenían acceso. Al conseguir echar a los alemanes de allí, excavaron refugios que se comunicaban entre si a través del sistema de desagüe.
Consiguieron resistir varios meses e incluso algunos pudieron escapar a través de dicho sistema de desagüe, pero la resistencia tarde o temprano caería ante la arrolladora fuerza nazi. Y finalmente fue así. Los tanques, granadas y demás ofensivas bélicas por parte de los alemanes comenzaron a arrasar el gueto. El que no fue asesinado o capturado acabó suicidándose y todo fue destruido o incendiado. Fueron pocos los supervivientes que tuvieron todavía la oportunidad de esconderse en las cloacas e intentar no morir de hambre o sed. Un trágico 16 de mayo, cuatro meses después, se daba por terminada la revuelta y el gueto estaba completamente arrasado. Los supervivientes que escaparon fueron perseguidos y solo el fin de la guerra pudo permitir que alguno sobreviviera para llegar a contarlo.
Me voy a quedar con la frase que pronunció el general alemán Stroop que dirigió la contraofensiva alemana que define perfectamente la falta de respeto al ser humano que profesaban:
180 judíos, bandidos y subhumanos han sido aniquilados. El sector judío de Varsovia ya no existe.
La mera existencia de una palabra como subhumano en una frase es lo bastante definitoria ¿no?
Pero no quiero acabar esta entrada con la tristeza del terror del siglo XX por lo que me gustaría poner el cierre con un poco del paisaje nocturno de Varsovia. Las luces artificiales de las farolas y focos dejan ver, omnipresente en la ciudad, la torre del Palacio de la Cultura y la Ciencia mientras caminamos en busca de un local que ponga el partido de fútbol de esta noche.
¿Que mejor que un Sports Bar lleno de aficionados al deporte y con una gran oferta en comida para ver la final de la Champions? No sabía que había tanto aficionado a los equipos de la capital española en Varsovia, la verdad! El resultado, seguro que muchos ya lo sabéis… 😉 Na zdrowie!!
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