Asturias es toda una zona privilegiada por las características del terreno que ocupa. El mar cantábrico baña sus costas e inunda sus escarpados acantilados dibujando un irregular y abrupto perfil que sugiere dureza y violencia como la que los pescadores de la zona experimentan cada vez que salen al mar a por su captura diaria. Todo el litoral de Asturias es tradicionalmente tierra de pescadores que tienen como característica especial la dificultad del entorno en el que trabajan, que se diferencia de otras zonas pesqueras como las Rias Baixas gallegas o el sur andaluz, de aguas más amigables. Por lo tanto los pescadores asturianos se enfrentan a unas condiciones más cercanas a las de sus vecinos vascos, cántabros y gallegos de la costa lucense.
Pero no solo el mar proporciona estos rasgos peculiares a la zona, ya que las verdes colinas se extienden hasta mezclarse con los acantilados haciendo difícil saber donde se acaba el monte y empieza la costa, formando así todo un escenario natural de características difíciles de encontrar en otras regiones. Todo esto deriva en el estilo de poblaciones que se asientan en la zona costera, adaptándose y explotando estos rasgos, y que nos llevan al lugar del que os hablaré hoy: Cudillero.
Al ser fuente principal de recursos el mar, es lógico que los pescadores buscaran refugio entre los acantilados que rondan y esquivan diariamente con sus barcos, por lo que Cudillero, situado en una localización excepcionalmente bien ubicada por la protección que la orografía de la zona le ofrece, se extiende creciendo verticalmente a lo largo del acantilado que sube hasta acabar en las anchas extensiones de campo que lo rodean.
Esto deriva en la existencia de un antiguo puerto pesquero en la parte baja del pueblo, cerrado por diques de abrigo que protegen a los barcos de las embestidas de los temporales en el invierno y en la gran Plaza de la Marina, destacando su antigua pero renovada lonja de pescado hoy día destinada a otros fines. La plaza se llena de bares y restaurantes con sus terrazas ofreciendo diversos productos del mar para degustar ante la atenta vista de las muchas viviendas que en hileras van extendiéndose como casas colgantes subiendo por el acantilado, recorridas por estrechas calles y escalinatas, con una única y serpenteante carretera que permite un acceso más sencillo en coche. Esta carretera comunica la parte baja con la alta, donde se puede alcanzar a ver la que será la otra fuente de ingresos principal de los habitantes: el campo. Las grandes extensiones de pastos verdes que comienzan una vez se alcanza la parte más alta son el alimento perfecto para vacas, ovejas u otros animales.
Cudillero es por tanto un lugar atemporal en el que al poner el primer pie en él se deja sentir como un lugar distinto, silencioso, calmado y recogido, de características únicas, iluminado por el azul del mar, mezclado con los multiples colores con los que están pintadas las casas creando un mosaico vertical. Pasear y mezclarse en el entorno permite ver como los habitantes se saludan entre ellos, ya que en Cudillero todavía se hace uso del antiguo dialecto ”Pixueto” formado como una evolución de la lengua asturiana mezclándose con palabras originarias de lenguas nordicas y que únicamente se habla en este pueblo. También es característica la denominación de los habitantes, distinguiéndose incluso entre los de la zona baja del puerto que serían los pixuetos (que vendría a significar trabajadores del pescado) y los de la parte alta, más orientados a actividades ganaderas, denominados caízos (ya que la parte alta es llamada La Cai).
Pasear por el puerto permite admirar la extensión del mar rodeando el escarpado perfil del acantilado que se traza vertical e imponente envolviendo al pueblo y como se mezclan tierra y mar en el Cabo Vidio o la Punta Roballera, donde en lo más alto se muestra el Faro de Cudillero que desde 1858 guía a los pescadores en su regreso al puerto, y que a lo largo de los años ha sido restaurado y adaptado a los nuevos tiempos.
Cudillero, Asturias
Mayo 2010