Llegando a Cracovia: la capital cultural de Polonia

Anteriormente, en Polonia, que hermosa eres…: Después de haber superado unos días de inmersión cultural a cascoporro en Varsovia y habernos familiarizado con la idiosincrasia polaca con la ayuda de nuestros amigos Jose y Cris, dejábamos atrás la capital oficial de Polonia para alcanzar la otra capital del país, una más cultural, artística y bohemia… Cracovia.

Maldeciremos durante años el condenado momento en el que tomamos aquella puñetera decisión. Estando en la estación de tren de Varsovia, no nos lo pensamos dos veces a la hora de escoger que tren tomar para ir a Cracovia y continuar nuestro trayecto: el más barato.

Total, solo era un viaje de 3 horas y media, solo media hora más que el tren rápido y costaba la mitad. El coste compensaba el tiempo, ¿verdad? Pues se ve que alguien conjuró en nuestra contra algún mal de ojo en combinación con alguna mala alineación de planetas para que nos encontráramos precisamente un domingo por la tarde esperando para tomar el tren más económico que llevaba a la ciudad universitaria más cercana que era, como no, Cracovia…

Puro caldo de cultivo de estudiantes universitarios volviendo después de pasar un fin de semana en casa…  En cuanto llegó el tren, los cientos de estudiantes que nos rodeaban con sus maletas se apresuraron a apelotonarse en las puertas del tren y nosotros no pudimos hacer nada más que sumarnos a ellos (o dejarnos arrastrar, para ser más precisos), ya que ese era también nuestro tren.

La situación, a pesar de lo poco prometedora que parecía, no era muy distinta a la que ya había experimentado muuuuy en el pasado cuando me hacía la ruta Vigo-A Coruña cuando era estudiante, por lo que tampoco se me va a llenar la boca hablando del mal servicio de tren que tienen en Polonia o que desconsideración por parte de la compañía de trenes polaca porque no es nada que no le pase a cualquier hijo de vecino estudiante en algún momento de su vida…

Simplemente habíamos escogido el tren incorrecto en el momento y lugar equivocados… Finalmente las 3 horas y media acabaron siendo realmente 4 y media debido a retrasos varios y la calidad y el confort de los vagones… bueno, una imagen creo servirá más que cualquier descripción que pueda haceros, aunque en aquel pasillo del tren peleábamos con uñas y dientes para defender cada centímetro cuadrado de superficie ganada en la que poder estirar un pelín más alguna de nuestras extremidades.

Os juro que he visto sardinas en lata con más espacio que nosotros

Viajando en tren en penosas condiciones

Viajando en tren en penosas condiciones

Finalmente conseguimos salir (o más bien ser empujados al exterior) del vagón en la estación de Cracovia. Ya era de noche y bastante tarde, por lo que no perdimos el tiempo. Fuimos sin dudarlo ni perder un minuto a nuestro hostel, nos dimos la ducha más caliente y relajante que la ducha compartida nos permitió y dormimos como auténticos lirones para recuperarnos en medida de lo posible.

Al fin y al cabo, mañana seria otro día y teníamos toda una ciudad por explorar…

Y si, como cada mañana, el Sol volvió a salir por el Este y, con él, salimos nosotros a la calle. El olor a recién horneado de la pastelería de enfrente rápidamente nos recordó que el desayuno sigue siendo la comida más importante del día y nos aprovisionamos de bollería surtida con la que acompañar al café que ya humeaba bien caliente en el vaso de papel que sosteníamos en la otra mano.

Así fuimos caminando pausadamente hacia el centro histórico de la ciudad, intentando no perdernos mientras nos atiborrábamos de hidratos para tener combustible para lo que prometía ser un día de largo recorrido.

La entrada norte a la ciudad antigua de Cracovia

Eran un montón los rincones que teníamos anotados en nuestra lista personal que se esparcían a lo largo y ancho de Cracovia y cercanías, pero lo primero es lo primero: había que tomar contacto con el centro de la ciudad y familiarizarnos con todo lo que rodeaba a nuestro alojamiento ya que sería nuestro campamento base durante estos días.

Por suerte habíamos tenido buen ojo al escoger el hostel (a estas alturas creo que ya podemos considerarnos perros viejos, aunque bien conservados, todo hay que decirlo) ya que estábamos a escasos cinco minutos andando de la estación de trenes y buses, pero también estábamos a la misma distancia de una de las más populares puertas de entrada a la ciudad vieja: la barbacana y la puerta de Florian. Todo muy estratégicamente calculado…

Y es que como toda buena ciudad fortificada que se precie, Cracovia tuvo su muralla defensiva. Esta especie de pequeña fortaleza a la que se conectaban los muros de la antigua ciudad era uno de los bastiones defensivos ante las posibles hostilidades de los visitantes que se acercaban por aquí y servían además como puerta de entrada para los que eran algo más amables y simplemente pasaban de visita o a saludar.

Aunque todo este tema de murallas es muy de la edad media, Cracovia se animó a construir la suya justo justo al final de esta edad, en 1498, por lo que les acabó quedando muy tirando a gótica y con un foso que la rodea muy sugerente. Imposible no pensar que algún que otro cocodrilo pueda acabar saltando para merendarse al primer incauto que se asome demasiado.

Justo detrás de la barbacana está la Puerta de Florian, la verdadera puerta de acceso (de las ocho que tenía antiguamente la ciudad) a la que se llegaba después de atravesar el pasadizo de control que atraviesa la barbacana y que por tanto servía de punto de control en el pasado. Llegábamos ya con el vaso de café ya vacío, que acabaría rápidamente depositado en una papelera de la zona, y comenzábamos a realizar un pausado paseo por la parte interior de la muralla.

En las inmediaciones de la Puerta, la vista acababa yéndose hacia el mosaico de pinturas exhibidas en la fachada, cortesía de los alumnos de la Escuela de Arte de Cracovia y de otros artistas locales. También la música ambientaba la zona de mano de un guitarrista que, debajo de uno de los soportales de la parte baja de la muralla que no fue demolida, se venía arriba y le daba caña tanto a la guitarra como a la flauta de pan que llevaba al cuello para llamar la atención (y evidentemente lo consiguió). La calle Florianska comenzaba a partir de este punto y nos llevaba directamente a…

Lateral de la barbacana de Cracovia

Lateral de la barbacana de Cracovia

Entrada al casco antiguo por la Puerta Florian

Entrada al casco antiguo por la Puerta Florian

Arte en la puerta Florian

Arte en la puerta Florian

Música en la puerta Florian

Música en la puerta Florian

Calle Florianska

Calle Florianska

La Plaza del Mercado (Rynek Glowny)

¡Y menuda plaza! Vale que se concentra toda la actividad turística en ella, nada que no ocurra en otras plazas del mundo mundial, pero es que en ésta está justificado el primer impacto visual por la concentración de elementos en tan poco espacio. Una plaza, por cierto, que durante unos años recibió el nombre de Adolf Hitler Platz en honor a… Si, bueno, es evidente a quien y en que fechas ocurrió esto, ¿no? Por suerte, ahora, donde décadas atrás estuvieron soldados tocando las narices a los polacos, solo campan a sus anchas las palomas que se agrupan entre los puestos de flores y algún que otro carruaje de caballos. Además, ¿recordáis el festival que nos encontramos en pleno Parque Lazienki en Varsovia? Pues Cracovia también tiene su propio Juwenalia Student Festival en esta plaza, aunque en esta ocasión no llegamos en las fechas correctas…

Pero empecemos el recorrido. Lo primero que llama la atención en la Plaza es la imponente Basílica de Santa María. Ahí están, sus dos torres, ambas con sus detallitos puntiagudos y enrevesados, con sus esferas en cada pico… muy en la linea gótica que se iba notando en algunas de las construcciones con las que nos íbamos topando. Lo más curioso de las torres es la diferencia de tamaño entre ellas, una de 80 metros y otra de 69, creando una asimetría curiosa. ¿La explicación? La más alta servía como torre de vigilancia mientras que la más baja era simplemente el campanario.

Una vez satisfecha la curiosidad sobre aquella iglesia, lo siguiente hacia lo que se nos iban los ojos era aquel edificio bajo y amplio que ocupaba gran parte del centro de la plaza. El Sukiennice o Lonja de los paños era su nombre y se trataba de un edificio que en el pasado había tenido una enorme actividad comercial internacional que la ciudad recibía fruto de su excelente ubicación. El comercio de los cueros y sedas traídas de oriente lo llevó a su punto más álgido ganándose así el nombre que tiene gracias a la venta de telas al por mayor. Ahora los paños se han cambiado en su gran mayoría por souvenires para que los pobres e incautos turistas, como nosotros, se acercaran a curiosear y acabaran picando… Nosotros por el momento nos resistíamos. Por el momento…

Además del comercio, la historia que envuelve a este emblemático edificio ha hecho que se destinen algunas estancias como salas de exhibición e incluso de recepción de altos mandatarios. De hecho, en la planta superior del Sukiennice se ubica la Galería del Museo Nacional.

Basílica de Santa María

Basílica de Santa María

Basílica de Santa María

Basílica de Santa María

Jugando en la Plaza del Mercado

Jugando en la Plaza del Mercado

Pasadizo en la Lonja de los Paños

Pasadizo en la Lonja de los Paños

Recorriendo la Rynek Glowny

Recorriendo la Rynek Glowny

Dando de comer a las palomas en la Plaza del Mercado

Dando de comer a las palomas en la Plaza del Mercado

En la misma plaza, y alrededor de la lonja de los paños nos encontrábamos también con otros edificios destacables como la torre del ayuntamiento o la iglesia de San Adalberto. La torre es la única parte superviviente de la demolición de la antigua casa consistorial para la creación de más espacio para la Plaza. Se conserva la torre como recuerdo de éste y se puede acceder a ella y subir a lo alto para disfrutar de las vistas. También se utiliza como una sala más del Museo de Historia con una exposición de fotos de la Plaza.

La iglesia de San Adalberto, por su parte, es ese pequeño edificio cuadrado con su pequeña cúpula. Pasa muy desapercibida debido a su tamaño, pero es que el condenado edificio tiene ya más de mil años y ya se sabe que de aquella lo de levantar alturas a la hora de construir estaba algo más complicado que hoy día. Como suele pasar, le fueron haciendo con el tiempo alguna chapucilla que otra para darle un aire más renacentista, pero realmente es uno de los edificios más antiguos de la ciudad, ya que supera en años por mucho a todos los que os he mencionado hasta el momento.

Tal vez no te lo hayas planteado aún pero si recuerdas la de veces que en nuestro recorrido por Varsovia te conté que casi todo había sido reconstruido después de la invasión alemana que detonó la II Guerra Mundial, ¿no es extraño que en Cracovia la mayoría de los monumentos sigan casi intactos y conservados casi casi como sus arquitectos los trajeron al mundo? Pues esto es debido a que Cracovia fue una de las poquísimas ciudades polacas no bombardeada directamente. Se cuentan muchas historias respecto a porque no sufrió daños, pero la explicación más plausibles es tan simple como que el país ya estaba prácticamente rendido a los nazis después de la de pepinazos lanzados por todo el país y después de la escabechina que liaron en Varsovia. Por ello, Cracovia no opuso resistencia y los soldados se pasearon por sus calles como Piotr por su casa. Incluso cuando los soviéticos consiguieron recuperarla, lo hicieron sin batallar con los alemanes, ya que éstos ya se habían dado el piro retrasando filas e intentando salvar sus germánicos traseros.

Iglesia de San Adalberto en la Plaza del Mercado

Iglesia de San Adalberto en la Plaza del Mercado

Torre del ayuntamiento

Torre del ayuntamiento

Sukiennice o lonja de las pañerías

Sukiennice o lonja de las pañerías

Y se nos acabó haciendo de noche…

La noche siempre cambia las ciudades por completo y Cracovia no se iba a quedar atrás. Pasear de noche por ella era volver a ver otras calles, otros monumentos pero sobre todo otro ambiente. Desde luego, una buena cena en algún restaurante de la zona o unas buenas cervecitas son el plan perfecto para acabar un día de callejeo urbano del bueno. La Plaza del Mercado es la opción más evidente, pero otros rincones de las inmediaciones de la Plaza del Mercado tampoco tienen ningún desperdicio. Una de las zonas que más nos gustó los días que pasamos en la ciudad fue la de la plaza Mały Rynek y sobre todo la calle Stolarska.

Aunque en la Plaza del Mercado el número de bares y restaurantes es más que suficiente, nosotros eramos más de buscar alternativas en las calles colindantes. Al final, para acabar el día, siempre acababa cayendo una o dos cervecitas en el Kawiarnia Grill (muchas veces rodeados de universitarios que pasaban de la cerveza a los cócteles con una rapidez inusitada). Nuestro contacto con la gastronomía polaca seguía su curso saldando una deuda pendiente que arrastrábamos desde Varsovia y por fin pudimos meternos entre pecho y espalda un bueno y contundente Zurek (Sopa con carne normalmente servida en una hogaza de pan).

Y así acaba la primera incursión por la zona. Aquí nos quedamos nosotros, apurando nuestras jarras de cerveza para intentar marcharnos antes de que los chicos y chicas que nos rodean nos acaben incitando y acabemos sumándonos a su dinámica coctelera,no vaya a ser que la noche acabe alargándose más de lo deseado, ¡que todavía nos queda mucho por ver!

Si, como nosotros, tienes intención de pasarte por Cracovia, te dejamos también unas cuantas consideraciones a tener en cuenta en tu primera visita. Dobry wieczór!!

Plaza de Mały Rynek

Plaza de Mały Rynek

Basílica de Santa María de noche

Basílica de Santa María de noche

Rynek Glowny o Plaza del mercado de noche

Rynek Glowny o Plaza del mercado de noche

Calle Grodzka de noche

Calle Grodzka de noche

Torre del ayuntamiento de noche

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