Berlín: la ciudad a vista de pájaro desde la Fernsehturm

La omnipresente torre de televisión de Berlín aparecía siempre en casi cualquier foto que tomábamos, independientemente de donde estuviéramos. Si subíamos al Bundestag, la torre aparecía entre los edificios, destacando con su brillante cúpula. Cuando nos dábamos la vuelta después de admirar la Puerta de Brandenburgo, asomaba tímidamente detrás de la primera esquina. Cuando paseábamos bajo el amparo de la oscuridad de la noche por las calles de Berlín, no era raro que sus luces blancas y rojas se dejaran ver en algún momento. Era evidente que era la construcción más alta de la ciudad, pero ¿era necesario que nos lo recordara a cada momento? Pues esto no podía quedar así! Ya que el único sitio desde el que no se podía ver la torre de TV era la propia torre, era el momento de subir a ella y ver el resto de la ciudad desde las alturas sin que la misma torre fuera la protagonista y tomara ahora el rol de plataforma de observación.

La torre de televisión, o Fernsehturm, es ahora un símbolo más de la ciudad, pero ya había nacido con ese objetivo cuando la Alemania oriental, la gobernada por el bando soviético, la construyó en 1969 como un alarde del poder comunista. Una de las mayores curiosidades que se conocen sobre la torre es el hecho de que cuando el sol se refleja sobre su cúpula, aparece un brillo en forma de cruz. Nada más irónico para una construcción soviética, carentes de ideología religiosa, que buscaba mostrar al mundo como su modelo de sociedad podía llegar más alto que nadie. Para rematar la broma, a ese fenómeno se le ha acabado denominando como La revancha del Papa.

Decidimos que el mejor momento para subir sería al atardecer, para poder ver el sol esconderse una vez estuviéramos en lo alto del mirador y disfrutar así de las últimas luces reflejándose en los edificios acristalados y las múltiples cúpulas que se trazan en el perfil de la ciudad. Llegamos a la base, cerca de Alexanderplatz, y entramos en el hall de entrada. Aunque había cola para subir, la espera no se prolongo más de 20 minutos para obtener nuestros tickets (unos 13€ por barba) y tomar el ascensor que nos llevaría a la cúpula.

Una vez arriba nos esperaba un amplio pasillo circular que daba una vuelta completa a la cúpula, permitiendo una vista de 360º sobre la ciudad. La moqueta roja que cubría el suelo y las azafatas así como el restaurante que ofrecía allí sus servicios, se encargaban de crear un entorno agradable y acogedor a más de 200 metros de altura. Desde luego aprovechaban y optimizaban el espacio disponible al milímetro, ya que aunque era más que evidente que eramos muchísimos los visitantes recorriendo el pasillo y buscando los huecos en la barandilla que nos separaba del cristal de la cúpula para admirar las múltiples escenas aéreas, tampoco se llegaba al punto del agobio. De hecho no nos resultaba difícil escurrirnos entre los barrotes de la barandilla para poner la cámara sobre el cristal de la cúpula y conseguir alguna que otra foto más decente que pudiera captar la esencia de lo que estábamos viendo.

Con el cielo tornando de azul a naranja y luego a violeta para alcanzar el negro nocturno, nuestra mirada primero se poso en los edificios que rodeaban la Alexanderplatz. Algunos de ellos eran de gran altura, con fachada de cristal y los colores de los carteles luminosos y los neones daban un toque adicional creando un mosaico de brillos y colores increíble. Hacia otros lados se podía ver el tráfico trazando sobre la carretera estelas rojas y blancas mientras la catedral se iluminaba mostrando su verde cobrizo sometido a la luz artificial que comenzaba a iluminar poco a poco los diversos monumentos de Berlín antes de que la noche llegara a tragárselos.

Muchos de los monumentos principales de la ciudad pasaban desapercibidos entre los cientos de bloques de edificios que se iban encajando unos con otros formando un puzzle, solo separados por el paso del río Spree que aparecía de vez en cuando dividiendo diversas partes de la ciudad.

Si buscabas bien, podías encontrar el ayuntamiento rojo, la torre de radio o la misma puerta de Brandenburgo. Incluso mirando a lo lejos, mucho más al fondo, y afinando mucho la vista, se veía asomar muy tímidamente la cabeza del pilar de la diosa Victoria, aunque para ello había que ubicarse bien y buscar con atención ya que con la escasez de luz y la distancia a la que se encontraban, no era tarea fácil. También se localizaban edificios que sin ser monumentos clásicos, destacaban por sus formas, colores e iluminación. Las estaciones de tren y metro, centros comerciales o simplemente edificios de viviendas con fachadas más coloridas que las de su entorno iban poco a poco llamando la atención.

Se iban los últimos rayos de sol. La hora azul ya dejaba paso a la oscuridad y el espectáculo de color ya iba tocando a su fin, por lo que nos sumamos a la cola para tomar el ascensor que nos llevaría de nuevo a la entrada de la torre y dejamos atrás este impresionante mirador. Comenzaba la noche en Berlín, y ya teníamos claro cual era el plan que queríamos disfrutar ahora que ya era de noche…

Fotos: Flickr