Otoño entre setas
El paso del calor veraniego al frío invernal requiere pasar por un tramite otoñal entre lluvias esporádicas y bajada de temperaturas que obligan a ir cambiando los pantalones cortos por una buena bufanda. En ocasiones el otoño es simplemente eso que ocurre entre la playa y las navidades, las cervezas en el chiringuito y los arboles decorados, pero como cualquier otra estación, tiene sus tres meses y nos deja todo un repertorio de colores propios en las hojas de los arboles, las gotas de la lluvia y desde luego, en las distintas variedades de setas, unas más coloridas que otras y desde luego unas más sabrosas y otras más peligrosas.
Para un completo ignorante como yo en este tipo de cosas, el proceso de la recogida parece sencillo: buenas botas, una cesta y a patear el monte en busca de las dos o tres variedades que conozco que me permitirán disfrutar de una buena comilona sin acabar en urgencias. Y es que una vez empiezas a conocer un poco de este mundillo de boca de verdaderos aficionados, te das cuenta que la variedad es inmensa, y un simple detalle marca la diferencia entre un sabroso manjar y una buena intoxicación.
Es por ello que en nuestra salida dominical nos armamos de libros de mano y contamos con la experiencia en estos temas de mi hermana que nos hizo de guía y maestra sobre el terreno. Debo reconocer que a la 3º o 4º variedad que encontramos, yo ya no fui capaz de retener más datos por lo que me di por vencido y delegué en el resto del grupo, con probablemente mayor interés, que supieron sacarle verdadero provecho. Y es que acabamos dándonos cuenta de que los dos verdaderos factores de la búsqueda de setas son el encontrar lugares ocultos y alejados de las rutas habituales y saber escoger el momento adecuado de salir. No acertamos en ninguno de ellos, debo decir, ya que nos recorrimos un camino principal, y al parecer un día después de que otros buscadores hubieran limpiado completamente la zona. Nos tocó conformarnos con los restos, así que nos acabamos diciendo a nosotros mismos que el que no disfruta de estas cosas es simplemente porque no quiere.
Entre otras muchas cosas, vimos volverse azul un Boletus al aplicarsele un corte y oxidarse al contacto con el aire y desde luego la presencia de la Amanita muscaria era extrañamente frecuente. Probablemente la veíamos con más facilidad que cualquier otra variedad debido a sus inconfundibles colores, reclamando nuestra atención con el sano objetivo de conseguir engañarnos y darnos una alucinógena tarde que amablemente decidimos rechazar. No lo hizo así alguna babosa a la que pillamos desprevenida pegándose un atracón que otro, dejándonos con la duda de como se lo estaría pasando.
Un esplendido día nos dejó también unas vistas magnificas a nuestro alrededor, y la luz del sol invadiéndolo todo entre las ramas de los arboles que se lo permitían Finalmente debido al escaso éxito tratando de obtener una cantidad suficiente para no pasar hambre, tuvimos que conformarnos con otras variedades menos sustanciosas pero que no irían mal para acompañar un buen revuelto o un buen plato de pasta y por lo menos no irnos con las manos vacías ni con las tripas rugiendo.
Estas fotos y alguna más, puedes verlas en este album de Flickr
Montes de Darbo, Cangas
Noviembre 2012